Te preguntas tantas cosas, que
no consigues obtener respuesta a todas ellas. Todo se hace demasiado
corto como para buscar un por qué. Si pasa es porque tiene que pasar,
porque nos ayudará a entender que en ciertas ocasiones es mejor no tener
lo que deseamos, porque nos hace daño o porque ese alguien no nos va a
valorar como nos merecemos. Siempre evitamos engancharnos a alguien que
nos promete una felicidad eterna porque en el fondo sabemos que algún
día acabará y que tendrás que desengancharte de ella, aunque no será
fácil. Te aferras a la vida, pero las circunstancias te superan.
Reímos porque necesitamos ser
felices de alguna manera, porque intentamos evitar preocupaciones,
miedos y momentos por los que no nos gusta pasar. Lloramos porque
queremos desahogarnos, porque notamos la necesidad de gritar, que
nuestra alma hable y exprese tanto dolor acumulado. Intentamos llorar en
la intimidad, porque creemos que es mejor enfrentarnos a nuestros
problemas nosotros mismos, o porque simplemente no tenemos a nadie que
nos consuele y nos haga sonreír.
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